Tuesday, June 07, 2005

¿Hacia donde va el rock argentino?

Naufragando...como diriamos en La Cueva o en La Perla del Once, naufragando está en estos días el rock argentino, fuertemente herido luego de que el empresario del rock local Omar Chabán, la banda Callejeros y alrededor de 4000 personas sufrieran una de las peores experiencias de sus vidas: el incendio del local Cromagnon y la muerte de 193 inocentes.
Los culpables de todo
Quienes creyeron que tirar bengalas en un lugar cerrado era un acto inocente seguramente esten con vida pero nadie parece creer que ellos son los culpables de todo.
Los miembros de Callejeros que alentaron el uso de pirotecnia en sus recitales ahora se rasgan las vestiduras y juran no saber nada de la organización y recaudación de los recitales con que festejaban su creciente poder de convocatoria. Luego de llenar el estadio Obras era obvio que Cromagnon, que estaba habilitado para 1000 personas, era un recinto demasiado estrecho para el creciente número de seguidores identificado con la banda.
La policia que suele pasar por los boliches cobrando una "cuota" semanal que solía rondar los $500 en los boliches más chicos, para evitar la clausura en caso de que el local no este en regla o simplemente para no hacer un allanamiento que complique a los clientes o a los dueños. Así de la forma más triste quedó al descubierto el andamiaje de trampas, coimas y arreglos fuera de la ley que debían realizar quienes quisieran organizar recitales.
Revistas como la Rolling Stone que sacó un número especial sobre la tragedia pero que en su edición de diciembre de 2000 festejaba el uso de bengalas en los recitales de Los Piojos, así como las revistas exitistas de siempre que con tal de vender unos números más son capaces de señalar a la cultura rock como culpable de la falta de control, la desidia y la inseguridad provocada en forma deliberada.
Los empresarios que son los verdaderos dueños del local y del hotel contiguo, hacia cuyo estacionamiento abrían las mal llamadas "salidas de seguridad" que estaban cerradas con cadenas y candados en la noche maldita, refugiados en empresas fantasma en Uruguay a nombre de ignotos y pauperrimos uruguayos.
Los funcionarios lentos para tener piedad cuando la burocracia nos aplasta y rápidos para sacar la mano de la lata y recibir el mangazo que les permita hacer la vista gorda y seguir engordando la cuenta bancaria.
El jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires quien en vez de atacar la corrupción dentro de su administración pretendió plesbicitar su gestión en vez de llevar adelante la tarea para la cual fue elegido por el término de cuatro años: gobernar una ciudad llena de prioridades y urgencias a las que nadie atiende: el Riachuelo, las inundaciones, la gente que no tiene más remedio que vivir en la calle, la demolición de hermosas casas antiguas e históricas para dejar paso a megaedificios que proyectan su sombra robando espacio, luz y servicios a los vecinos de siempre que no tienen más remedio que pagar los impuestos, los alquileres, las cuentas del colegio, y seguir con la cabeza gacha en una ciudad que pierde cada día más su esencia.